1 de noviembre de 2011





En ese momento, su boca estuvo sobre la mía y no pude evitarle. No sólo porque era miles de veces más fuerte que yo, sino porque mi voluntad quedó reducida a polvo en cuanto se encontraron nuestros labios. Este beso no fue tan cuidadoso como los otros que yo recordaba, lo cual me venía la mar de bien. Si luego iba a tener que pagar un precio por él, lo menos que podía hacer era sacarle todo el juego posible. Así que le devolví el beso, mientras mi respiración se transformaba en un jadeo frenético y mis manos se movían avariciosas por su rostro.

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